Filosofía de la religión - Información Avanzada

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 Filosofía de la religión

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La investigación filosófica de la naturaleza y base de las creencias religiosas es una de las más antiguas y constantes áreas del esfuerzo filosófico. La creencia y práctica religiosas originan una variedad de tópicos filosóficos planteando preguntas epistemológicas sobre la justificación de la creencia religiosa, preguntas metafísicas sobre la naturaleza de Dios y del alma, y preguntas éticas sobre la relación de Dios con los valores morales. Son tantas las principales preocupaciones filosóficas interrelacionadas en el ámbito religioso, y tan inmediato su interés, que la filosofía de la religión es uno de los campos más significativos de la investigación filosófica tanto de pensadores cristianos como de otras confesiones. Los problemas clásicos en la filosofía de la religión se centran en los argumentos para la creencia en Dios, la inmortalidad del alma, la naturaleza de los milagros, y el problema del mal. Argumentos para la creencia en Dios
Generalmente los creyentes se han visto obligados a defender, apelando a argumentos filosóficos, su creencia en una realidad suprasensorial como es Dios,. Los argumentos clásicos para la existencia de Dios son los cinco modos de Tomás de Aquino y la demostración ontológico de Anselmo de Canterbury.

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Los argumentos de Aquino son variaciones de dos formas principales, los argumentos cosmológico y teleológico. El argumento cosmológico se basa en la premisa de que la existencia y actividad del universo exigen una explicación en una entidad más allá de sí mismo. En una versión propuesta por Aquino y filósofos contemporáneos como Richard Taylor y Frederic Copleston, al universo se le ve como una entidad simplemente contingente o posible. Como ser contingente su existencia requiere explicarse en un ser fuera de él, un ser capaz de mantener el universo en existencia. Según esta posición el universo debe su existencia a un ser "necesario", es decir, que no puede no existir, que explica su propia existencia. Así, de la existencia contingente, simplemente posible, del mundo, se afirma que se puede demostrar la existencia de Dios. El argumento teleológico o del "diseño" propuesto por Aquino y William Paley, entre otros, nos impulsa a inferir del buen ordenamiento de la naturaleza, la existencia de un diseñador supremo. Paley compara nuestra experiencia del intrincado orden y adaptación de las partes al conjunto en la naturaleza, a encontrar un reloj; es claro que éste, dados su complejidad y el evidente propósito de su diseño, requieren de la existencia de un relojero para ser explicado. No menos requiere de un hacedor el universo inmensamente más notable. En la más sofisticada versión de Aquino, la adaptación constante, dinámica, de varios aspectos de la naturaleza no inteligente a un orden estable en el mundo exige un orquestador que dé razón de ello.
Los argumentos cosmológicos y teleológicos han estado bajo constante crítica, en especial del filósofo escocés David Hume, conocido empiricista y escéptico. Hume construyó un ataque múltiple contra los argumentos, sugiriendo entre otras cosas que los fenómenos en cuestión son susceptibles de explicaciones alternativas, y que los argumentos en general no prueban un ser único, todopoderoso, sino que en el mejor de los casos un ser de poder limitado o un grupo de entidades lejos de ser infinitamente sabias o poderosas, sino simplemente capaces de causar los aludidos resultados. Desde los tiempos de Hume el debate ha proseguido en círculos filosóficos con gran inventiva y cuidado, sin que ninguna de las partes pueda cantar victoria duradera. No obstante, tales argumentos acerca de Dios continúan ejerciendo considerable atracción en niveles tanto académicos como populares.
El argumento ontológico de Anselmo es la única prueba teísta que procede a priori, es decir, solamente por la reflexión sobre el concepto de Dios, sin referencia a evidencias externas como la existencia o naturaleza del mundo. Anselmo observó que si se define a Dios como "el Ser más grande que cualquier cosa concebible", negar existencia es una contradicción. Así se implica que es concebible "algo más grande que Dios", esto es, un Dios existente. Este ser concebible tendría, además de las características de Dios, una cualidad que le falta a Dios, la existencia, y así sería más grande que el ser más grande acerca del cual nada se podría concebir. En su día Anselmo fue criticado por el monje Gaunilo, que afirmó que con razonamientos similares tendríamos que aceptar la existencia de entidades fantásticas tales como una "isla perfecta"; y más adelante fue criticado por Immanuel Kant, quien sostuvo que no tener existencia no debe entenderse como una característica. Por eso un Dios existente no es "más grande" que uno inexistente, puesto que el existente no tiene características compartidas por un Dios inexistente.
Además del uso de pruebas de la existencia de Dios, tradicionalmente los filósofos de la religión se han interesado en otra vía de posible conocimiento de Dios: la experiencia religiosa. La experiencia mística u otro encuentro putativo con lo divino ¿proporciona un buen fundamento racional para creer, que es lo que han solido sostener los creyentes de todas las tradiciones religiosas? Como sería de esperar, los escépticos tienden a desestimar tales experiencias como evidencia de súper sugestionabilidad del sujeto, según el expresivo comentario de Bertrand Russell de que "no podemos distinguir un hombre que come poco y ve el cielo, de otro que bebe mucho y ve culebras".
Estatus del alma
Otro problema clásico es el estatus del alma y su destino después de la muerte. El Sócrates de Platón y otros han sostenido que el alma está relacionada con el reino estable de la verdad eterna y por eso ella misma es eterna, al contrario del cuerpo, que pertenece al mundo material de la impermanencia y la mortalidad. Además, puesto que el alma es inmaterial y no tiene partes, es, al contrario que el cuerpo, incapaz de desintegración. Más modestamente, filósofos más modernos se han contentado generalmente con procurar demostrar que el alma es lógicamente susceptible de ser entendida como diferente del cuerpo humano mortal. El debate filosófico más reciente se ha referido a si es inteligible afirmar que uno podría "presenciar su propio funeral", es decir, sobrevivir a la muerte corporal.
Lo milagroso
Se ha gastado mucho esfuerzo filosófico en someter las doctrinas teístas, supranaturalistas básicas, a la crítica, o en proporcionar refinamientos y defensa del teísmo. El concepto de milagro ha recibido significativa atención filosófica. El cristianismo afirma la realidad de lo milagroso y enfatiza la importancia de milagros bíblicos en la fe y la doctrina cristianas, especialmente la concepción virginal de Jesucristo y Su resurrección de entre los muertos. Asimismo, se intenta que los hechos milagrosos de Cristo se tomen como señal de su divinidad. La monumental obra de Hume sobre lo milagroso, "Ensayo sobre el entendimiento humano”, secc. X, presenta los milagros como contradictorios con nuestra "firme e inalterable" experiencia acerca de la regularidad de las leyes naturales, haciéndolos en extremo improbables.
Mucho más probable es que la narración del milagro sea falsa. La crítica de Hume a lo milagroso ha tenido amplia aceptación en una era dominada por el naturalismo; incluso muchos cristianos han estado poco dispuestos a dar gran importancia a los milagros, y algunos incluso los han desestimado o han preferido verlos como simbólicos. Con todo, muchos pensadores cristianos se unen a C.S.Lewis, que en “Milagros: estudio preliminar” sostuvo que una mente abierta debe aceptar la posibilidad de "interferencias divinas" en el devenir corriente de la naturaleza.
El problema del mal
La crítica filosófica y personal más fuerte al teísmo nace del llamado “problema del mal”. Al teísmo se le plantea un problema intelectual considerable al afirmar la existencia de un Dios con potestad, sabiduría y bondad ilimitadas, frente a un mundo reconocidamente plagado de dolor moral y físico. En una versión simple el problema del mal genera un obstáculo permanente para conciliar el concepto tradicional de Dios con la existencia de tales males. En una versión más compleja, como la propuesta por J L Mackie, se le mira como una no-pueba positiva de la existencia de Dios, equivalente a lo que Alvin Plantinga ha llamado "ateología natural". En síntesis, el núcleo del problema del mal es que se sostiene que Dios tiene poder, bondad y sabiduría sin límites.
Pero el mal existe, en la forma de dolor inmerecido perpetrado por el hombre y la naturaleza; la impune persecución del débil por fuerte; la peste, la guerra, el hambre y otros horrores. Dado todo esto, o Dios tiene poder, bondad y sabiduría limitadas, o no existe; es decir, es incapaz de eliminar el mal o está poco dispuesto a ello, o bien no sabe de su existencia o de soluciones para eso. El problema del mal presupone que Dios no tiene ninguna razón para permitir el mal, que sobrecompense los efectos negativos del mismo. Las respuestas teístas tradicionales, o teodiceas, se han centrado en este supuesto. La “defensa de la libre voluntad”, de Agustín, indica que al crear seres libres, Dios necesitaba permitir la posibilidad del mal, y un mundo con los seres libres es superior a un mundo de autómatas.
Recientemente John Hick, tomando una idea de Ireneo, ha sugerido que Dios nos ha colocado en un ambiente difícil, adecuado para desarrollar en sus criaturas madurez moral y espiritual, más que en un mundo inmensamente cómodo. Mientras que Gottfried Leibniz trató de decir que así cada mal es necesario, teodiceas modernas y más modestas como la de Hick se limitan a minar las bases de la señalada contradicción, mostrando que uno puede afirmar congruentemente la existencia de Dios y la realidad del mal.
Énfasis contemporáneos
Mucho de la filosofía contemporánea de la religión se centra en las preguntas relativas al uso del lenguaje al referirse a Dios. Siguiendo a Hume, filósofos contemporáneos como AJ Ayer y AGN Flew han planteado preguntas críticas sobre el lenguaje religioso, en especial, han afirmado que el discurso acerca de Dios es tan cognitivamente sin sentido como cualquier guirigay, puesto que no es susceptible de comprobación o de falsabilidad empíricas. Contemporáneamente también es de interés la coherencia lógica de la doctrina de Dios como tradicionalmente Lo entiende el pensamiento judeo-cristiano.

D B Fletcher

De: Mohammed B.

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