LA LEGITIMIDAD

En estos momentos, la Iglesia atraviesa por una situación que parece pedir tratamiento psiquiátrico. En su conducta, existen trastornos de la racionalidad, exaltacines ajenas a lo real y una conducta,su síntoma principal son ideas delirantes, creencias, si no falsas, sí indemostrables, y  asentadas y resistentes a cualquier tipo de crítica. . Junto a ello, sufre de egocentrismo doctrinal, de un claro comportamiento rígido e inadaptado a los tiempos que corren, y que pueden causarle un daño irreparable a sí misma, y, sobre todo, a los demás. Un signo de este malestar lo recuerda  la presencia de los obispos en la prensa y sus continuos comunicados. Y cuando la Iglesia aparece tanto en los papeles, es que algo no le funciona bien.
Nunca como en esos momentos, en que pretende demostrar que tiene respuesta para todo lo que es "pecado", muestra la Iglesia su máxima debilidad institucional. tal vez considere que su presencia en el corrupto mundo de hoy le exige una continua aparición en los medios Seguramente sigue juzgando que la gente anda descarriada si no se deja guiar por sus sermones públicos. En realidad,  se rebaja a discutir cuestiones que, por revelación divina, tendría que tener más claras que la resurrección final de la carne, especialmente si ésta es de primera.
Pero, sobre todo, tiene que producirle mucho dolor teológico el hecho de que se le cuestiona hasta su legitimidad para sentar doctrina. Peor aún. Tiene que producirle escozores tremendos ver que su legitimidad moral se juzga a la misma altura . O, quizá, ni eso. Porque, al menos, un sindicato suele ser sancionado positiva o negativamente por unas elecciones democráticas. Por el contrario, la legitimidad moral de la Iglesia en ningún momento ha sido sancionada por la propia sociedad. Ni siquiera por la sociedad anónima de los creyentes. Pero nunca a cuestionar su autoridad.  Pero, ciertamente, si esta legitimidad moral de la Iglesia pretende avalarse mediante el conducto de su propia historia, entonces estamos ante una legitimidad moral muy poco legítima y muy poco moral. La historia ha demostrado una y mil veces que la legitimidad de la Iglesia institucional para marcar pautas de conducta, ha sido un arrogamiento que, de modo rutinario y por inercia de la tradición, la sociedad se ha acostumbrado a soportar sin más.El fundamento de la legitimidad moral de los obispos es una legitimidad que les viene fuera de la misma sociedad. Por tanto, que se siga hablando de esta legitimidad eclesial como algo intangible y necesario. Que un obispo sostenga que "la democracia resulta insostenible si no está sustentada en unos principios morales iluminados por la revelación divina" descubre el modelo y fundamento de la legitimidad moral en que basa todo su discurso: el del dogma y el de la verdad revelada.
En realidad, la Iglesia jamás ha aceptado en serio las democracias modernas, que se  basan en leyes y discursos y que no tienen que ver con revelaciones divinas. Así que ya va siendo hora de que lo aprenda por sí misma o de que el Poder político le dé unas buenas clases particulares sobre el asunto.

Ana Isabel Sánchez pelegrina

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